Un porcentaje muy alto de personas desesperadas por adelgazar toman la decisión de comer poco o hacer una dieta drástica.
Este tipo de “dietas milagro” están condenadas a fracasar y producen el llamado “efecto rebote”, que la sabiduría popular define como recuperar todo lo perdido en la dieta.
La especie humana se desarrolló durante miles de años en condiciones muy adversas. La selección natural produjo que los individuos genéticamente mejor dotados para almacenar energía en caso de escasez de alimentos sobrevivieran a los demás. Estas “virtudes” genéticas que favorecen la superviviencia en casos de hambruna, pueden volverse en nuestra contra.
Los genes ahorradores siguen trabajando y se activan cuando el organismo está muchas horas sin comer o recibe cantidades de comida insuficientes. Si no aportas energía al organismo, disminuyen los niveles de glucosa, se elevan las concentraciones de insulina y los genes activan sus mecanismos de ahorro de energía, almacenando grasa.
Es por esta razón que cualquier dieta drástica o que nos haga pasar hambre está condenada a fracasar y por la que no debemos saltarnos comidas, ni pasar hambre.
La única forma de adelgazar es una dieta sana y equilibrada adecuada a la actividad física que realizamos. Es decir un buen equilibrio entre lo que aportamos al organismo y lo que consumimos.
A menudo, los padres nos quejamos de nuestra falta de tiempo para hacer deporte, ya que el ritmo diario no…